Un ángel perdido

 

 

Era el turno de Samuel, como guardia de seguridad en uno de los centros comerciales de la ciudad. A mediados de diciembre, la Navidad se dejaba ver por todos sitios. Escaparates, calles… La iluminación y el sonido de algún que otro villancico como música de fondo daban ese toque especial que se respira en esas fechas; como si fuesen la clave para que todos seamos mejores personas y, tocados por la magia de la Navidad, nos convirtamos en almas buenas y amorosas.

Pero… Volvamos a la situación que está a punto de vivir Samuel, que esto no es un cuento, o sí…

Desde hacía un buen rato, no perdía de vista a una muchacha que le pareció que andaba un tanto desorientada. Su aspecto era el de alguien que ha dormido en la calle más de una noche seguida. El pelo castaño y largo hasta media espalda, carecía de brillo y saltaba a la vista que no había visto un cepillo desde hacía bastante tiempo. Su ropa, que, aunque ajada y arrugada, no parecía sucia, confirmaban que no nadaba en la abundancia, más bien todo lo contrario.

Miraba los escaparates de ropa como si fuese la primera vez que lo hacía. Más que el aparador, lo que parecía tenerla totalmente extasiada era un abrigo de pura lana, largo hasta los pies, de color blanco y con acabados de plumas en los puños y el cuello. El maniquí, que emulaba a una mujer de facciones suaves y cuerpo proporcionado, parecía hecha para portar aquél impresionante abrigo. La joven miró a ambos lados como si quisiera asegurarse de que nadie la observaba para después entrar en la tienda.

Samuel, que no había dejado de prestar atención, se dirigió intrigado hasta la entrada por la que segundos antes había desparecido la chica. Intuyó que sus intenciones no podían ser buenas, así que, con precaución y sigilo, la buscó por el local y tal como esperaba estaba junto a un perchero en el que colgaban varios abrigos como el del aparador. Ella no se percató de su presencia. Extendió la mano con intención de acariciar el tejido del abrigo, lo hizo casi con reverencia, como si no se atreviese a tocar ese blanco impoluto. Cuando estaba a punto de alcanzar su objetivo y apenas llegaron sus dedos a acariciarlo, retiró la mano bruscamente, al tiempo que de sus ojos saltaron dos lágrimas traicioneras que rápidamente secó con el dorso de ambas manos. Se giró bruscamente y emprendió camino hasta la salida de la tienda.

Samuel, que no había dejado de mirarla desde un lugar junto a la puerta desde el que ella no podía verlo, la siguió sin dudar, pues era evidente que esa joven tenía problemas y él no era de los que esquivaba a nadie que pudiese necesitarlo, y no por el sentimiento que transmiten esas fechas, estaba en su naturaleza hacerlo.

Era atractivo… Muy atractivo. Cuerpo atlético y más alto que la media, se podía decir que mucho más que la media. Ojos azul cielo que resaltaban de forma escandalosa en sus perfectas facciones, por culpa de su pelo negro como la noche.

—¿Necesitas ayuda? —le preguntó a la chica, que se encontraba sentada en un banco del pasillo del centro comercial.

Ella levantó la vista y al encontrarse con la de Samuel, algo hizo clic en su interior.

—¿Vienes a buscarme? No sabía encontrar el camino yo sola y pensé que si iba de blanco ayudaría.

—Sí, te he seguido desde que has entrado y no debes preocuparte por tu apariencia. Allí, —dijo señalando sobre su cabeza — solo tu alma debe ser blanca, y lo es, lo demás, es puro envoltorio.

Él alargó la mano y ella se la tomó. Ambos se dirigieron hasta las escaleras mecánicas, que se pusieron en marcha y no pararon hasta llegar al cielo.

Samuel, desplegó sus grandes alas blancas y la arropó de forma protectora.

—Isabel…Ya estás en casa.

 

 

 

ADA WHITE

22/11/2020


Share by: